Con perseverancia e inmensa paciencia hemos solicitado en repetidas
oportunidades a la Delegación de Diálogos del Ejército de Liberación Nacional –
ELN, sentarnos a resolver de manera bilateral y constructiva los problemas del
proceso de paz. Esto, porque, por encima de diferencias y discusiones, nuestra
prioridad es la protección de las comunidades y avanzar sin dilación en el camino
de la paz.
Lamentablemente, una y otra vez, ante esa voluntad manifiesta, las respuestas han
sido las mentiras y la arrogante posición de la dirección del ELN y de su comandante
Antonio García. No es cierto que el Acuerdo 28 no haya sido firmado por la totalidad
de la Delegación del Gobierno Nacional, o sostener que no existe una resolución
presidencial en la que se reconoce de manera explícita el carácter político del ELN
y su condición de organización armada rebelde.
Pero más allá de hechos puntuales y reclamos sobre supuestos incumplimientos, la
verdad es que, luego de años de diálogo, el ELN aún no ha respondido la pregunta
de si está dispuesto o no a transitar a la paz; o si por el contrario concibe este
proceso como una oportunidad para su fortalecimiento militar; y si está dispuesto o
no a construir, como dispone el Acuerdo 28, el camino de las transformaciones
sociales, que este gobierno ha emprendido desde hace dos años, a pesar de toda
clase de cuestionamientos a los que se suman los del propio ELN.
La dirección del ELN se pregunta si vale la pena seguir adelante construyendo
acuerdos con este gobierno. Es su decisión. Pero llegó el momento en que el ELN
le aclare a la sociedad colombiana y a la comunidad internacional si tiene o no un
inequívoco propósito de llegar a la paz; si quiere o no descongelar los trabajos de
la mesa de diálogos; si quiere o no renovar el cese al fuego con su Mecanismo de
Monitoreo y Verificación, en función de la construcción de paz con transformaciones.
El Gobierno Nacional ha sido consecuente con la búsqueda de los acuerdos y su
implementación como camino hacia la paz. Pero para construir este camino se
requieren dos. Seguimos a la espera de que el ELN decida hacer lo propio.
Bogotá D.C., 26 de julio de 2024
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